Llevo unas semanas largas "empapándome" de la Unión Europea (oposición lo requiere) y he llegado a una conclusión definitiva. La gente no sabe qué demonios significa eso de la UE. No saben distinguir la extinta CEE, de la CE y mucho menos sus diferencias con la UE. Los únicos "pilares" sobre los que tienen noción son los de Zaragoza y sus festejos. Míster PESC es el ganador de un concurso de madelmans a lo guiri y los eurodiputados son los políticos retirados por sus propios partidos al exilio cuando no saben qué hacer con ellos. Y eso es todo. Verdades a medias, exageraciones galopantes o desconocimiento profundo. O sea, nada.
La gente corriente no pasa de la Unión Europea. Es que no saben lo que e
s. No saben lo que significa. Al menos, esto es lo que ocurre en España. Y algo me hace sospechar que en el resto de Europa no es exactamente así. Y lo corrobora la participación ciudadana en los "noes" francés y alemán. En España la abstención fue casi de un 60%. En Francia, exactamente la mitad. Sólo se abstuvo un 30% de la población. Ahora, eso también me hace pensar que quizá en Francia los ciudadanos están NEGATIVAMENTE informados sobre la UE. De otra forma no se entiende tamaña movilización contra la pseudo Constitución Europea. Porque no pretendo caer en el tópico del chovinismo francés... Todavía me acuerdo de mi primer (y único hasta el momento) viaje a París en medio del proceso de la Unión Monetaria (fases de convergencia). Corría el año 1998 si mal no recuerdo. Y la capital francesa estaba literalmente plagada de carteles y panfletos en contra de la Unión que rezaban, en un inteligente juego de palabras: "
L´euro n´est pas franc"
En cualquier caso, creo que la Unión Europea debe dedicar una pequeña parte de su presupuesto a informar a los ciudadanos de lo que es, de lo que significa la integración europea, que como su propio nombre indica, no devora a los Estados soberanos que la forman, sino que los INTEGRA. Que no se cede soberanía, sino sólo la titularidad de ciertas competencias, para hacer entre todos una política común capaz de competir con gigantes como China o EE.UU en un mundo globalizado como el nuestro. Que no se trata de una organización internacional para el desarrollo, sin más etiquetas. Se trata de un proyecto por el que se ceden fondos a países menos desarrollados de nuestro entorno para crecer juntos y hacer un mercado común más fuerte. Que si hoy hacemos que los países europeos del Este corverjan con nosotros, mañana serán mercado para nuestros productos. Que ya lo hicieron con nosotros el resto de países europeos cuando España estaba a la cola de Europa. Que lo estaba de verdad, no nos olvidemos.
Me parece oportuno recoger aquí una curiosa reflexión publicada por el Real Instituto Elcano, en uno de sus estupendos artículos. Dice:
En un momento en el que Europa parece haber perdido la fe en sí misma, incapaz de enfrentar satisfactoriamente el doble reto constituido por el binomio "ampliación/constitución", el caso de España debería servir para recordar todo lo que es posible lograr cuando Europa funciona y las sociedades se sienten involucradas con el proyecto europeo.
Vale, lo reconozco. Se me nota el plumero. Yo soy eurodefensora, euroconvencida y casi eurocreyente. Pero porque ahora sé lo que es. Ahora que llevo una temporada leyendo durante 12 horas diarias artículos, reglamentos, decisiones, informes, opiniones, estadísticas. Y no, no voté en el referéndum de febrero de 2005. Pero es que por aquel entonces, yo no era una euroescéptica, era simple y llanamente una EUROIGNORANTE. Y reconozco que la ignorancia continúa corriendo a mi alrededor, pero intento atraparla.
P.D: No sé si quiere decir algo, pero la provincia más proconstitucional fue Murcia, con un 86% de votos a favor, y la más reacia al proyecto fue la más anti de las antis (no se me ofenda nadie) Vizcaya, con sólo un 56% de síes.
